domingo, 23 de octubre de 2011

Excelencia de la amistad

Desde Galilea

Aunque ha pasado apenas una semana desde que les escribía la última vez, en el libro de Elredo han pasado en cambio varios años. El monje Juan ha muerto y las charlas siguen en Rieval, posiblemente en la enfermería de la abadía, donde Elredo pasó sus últimos diez años. Los coloquios son ahora entre él y su secretario, Walter Daniel, y un tal Graciano, que no sabemos quién era.

El texto se vuelve tan rico, que no me queda más que transcribirlo literalmente, porque no quisiera que se perdieran nada.
Le dice entonces Walter Daniel a Elredo: " Aquí me tienes, pendiente de tus palabras. Tanto más ávido cuanto que he saboreado la dulzura de lo leído sobre la amistad.  Ya que tan magníficamente trataste de la naturaleza de la amistad, enséñame ahora qué utilidad reporta a quienes la cultivan..."

A lo cual responde Elredo: "Entre las cosas humanas, nada más santo se puede desear, nada más provechoso se puede buscar, nada se encuentra más difícilmente, de nada se tiene tan dulce experiencia y nada más provechoso se puede tener. Pues lleva en sí el fruto de vida que permanece, en el presente y en el futuro (1 Tim 4, 8). Sazona con su dulzura todas las virtudes, atraviesa todos los vicios con la fuerza de su poder, mitiga la adversidad y modera la prosperidad...

¡Ay del que está solo, porque si cae, no tiene quien lo levante! (San Ambrosio, De officis III, 134).
Está absolutamente solo quiene no tiene amigo. Y, ¡cuánta felicidad, seguridad y alegría si tienes alguien a quien te atreves a hablar como a ti mismo (Cicerón, De amicitia, 22), a quien no temes confesar tus yerros, a quien no te sonroja manifestar tu progreso espiritual, a quien confiesas todas las cosas secretas de tu corazón y en cuyas manos pones tus proyectos! ...

El amigo es medicina de vida (Eclesiástico 6, 16)... Pues en toda nuestra vida terrena no hay medicina más reconfortante, eficaz y notable para curar nuestras heridas que tener quien se nos acerque compasivo en nuestra adversidad y jubiloso en nuestra prosperidad...

La amistad torna más espléndidas las cosas que nos hacen felices, condivide las adversas y pone en comunión las más leves. (Cicerón, o.c., 22)".

Y ahora yo, Galilea, ¿qué siento?
Siento ganas de salir corriendo a abrazar a mis amigos y contarles que todo esto que dice Elredo, son ellos para mí. ¡Mil gracias amigos míos!

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